Acrílico sobre tela
Nómadas, la presencia invisible
Sí sé cuando empecé a pintar.
Debió ser un día de esos en que uno sueña más de lo habitual.
Uno de esos días en que olvidas todo en todas partes y que encuentras algo que habías perdido hace tiempo.
Me gustaba hurgar entre los papeles y los libros viejos metidos en cajas, los discos antiguos que nunca podía escuchar. Construía todo un mundo a mí alrededor, me evadía a un espacio de nuevas posibilidades; en la escuela, en el barrio, en la casa, siempre me decían que era muy distraído.
Tenía una diapositiva rota y miraba a través de ella, lo encuadraba todo, combinaba sus formas como si quisiera cambiar algo de ese escenario que aparecía del otro lado.
Este fue el momento en que empecé a pintar, un momento inconcreto que aún no ha terminado.